DÍA 16: EXCURSIÓN A RAYEN Y MAHAN

A las nueve de la mañana nos avisaron desde recepción que nuestro taxista estaba esperándonos abajo y a los pocos minutos salimos en dirección Rayen que se encuentra a unos 110 kilómetros de Kerman, a poco más de hora y cuarto. Nuestro conductor era un hombre muy agradable que no hablaba apenas inglés pero que nos causó muy buena impresión y siempre estuvo muy pendiente de hacernos el viaje cómodo.

Rayen es una ciudad-fortaleza de barro de más de 1500 años de antigüedad (en realidad ya existía en época persa, aunque lo que se ve en la actualidad es más reciente. Tras pasar la puerta de las grandes murallas uno se adentra en lo que eran las casas de los habitantes del lugar, todo un barrio interior hasta que se llega a una nueva fortaleza interior, la residencia del gobernador, a la que entramos y a la que se puede subir a su tejado donde, desde las almenas, se puede ver una buena vista de las casas donde vivía la población.

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Al salir de Rayen, después de una visita que nos llevó una hora y media, recorrimos un tramo de sus imponentes murallas desde fuera y regresamos a donde nos esperaba nuestro conductor, que sacó del maletero un termo con té y galletas, así que allí a la sombra de un árbol nos tomamos un segundo desayuno con él.

Para ir hacia Mahan debíamos desandar parte del camino para volver a la carretera principal que va desde Kerman hacia Bam y, más adelante, a Afganistán. Nos sorprendimos al ver que íbamos en dirección a Bam y no de vuelta hacia Mahan y Kerman pero es que nuestro conductor nos había reservado una sorpresa. Unos 10 kilómetros después cogión una carretera hacia la izquierda, hacia una zona montañosa y allí paró para que pudieramos ver un paisaje maravilloso. Estábamos en lo alto de un profundo valle árido pero en las montañas de enfrente podíamos ver un fantástico arcoiris de rocas de diferentes colores. Rojo, amarillo, grises, tonos verdosos se ofrecían ante nuestros ojos dejándonos sorprendidos. La belleza del lugar y el silencio que reinaba allí le conmovían a uno.

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Definitivamente fue uno de esos momentos en los que uno piensa que es para vivir momentos como esos para lo que viajamos y queremos conocer el mundo. Allí nos quedamos un rato porque nuestro atento conductor sacó una enorme sandía, más galletas y palomitas para que tomaramos nuestro tercer desayuno del día.

Con pena arrancamos de allí e iniciamos el camino en dirección Kerman, hacia Mahan. Antes paramos a comer en un restaurante, aunque con la sandía, las galletas y demás tampoco es que tuviésemos mucha hambre. Un poco de arroz, un poco de kebab y unas bebidas fue lo que tomamos e invitamos a nuestro conductor a comer con nosotros. Se lo había ganado el hombre.

La siguiente parada fue uno de los jardínes persas más bellos del país, el Bagh-e Shahzade. Un auténtico oasis de vegetación y verdor separado del exterior por un muro que oculta su belleza y que hace que te sorprendas al entrar y encontrarte con un mundo tan diferente. El jardín está construído a modo de terrazas por las que va descendiendo el agua desde lo alto con una sucesión de fuentes. En la parte más alta se encuentra un pequeño palacete que domina todo el jardín.

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Mahan Prince Garden (3)

Es un lugar precioso y también lugar de reunión de los habitantes de Kerman que acuden allí para merendar, tomar té y pasar un rato con la familia. Al salir allí estaba nuestro conductor ahora con unos racimos de pequeñas uvas muy dulces para nosotros.

La última visita, también en Mahan, fue el mausoleo sufí de Astan-e Shah Nematallah-e Vali del siglo XV. Nuestro conductor nos avisó que la entrada es gratuita porque parece ser habitual que intenten venderles unas entradas que no son tal, sino unos donativos para la cofradía. Paseamos por sus jardínes con su refrescante fuente y vimos su bello exterior y su magnífica cúpula.

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Ya era media tarde cuando llegamos a Kerman y le pedimos que nos dejara en la estación de autobuses para comprar el billete de bus para Teherán del día siguiente. La mayoría de turistas se mueve entre Kerman y Teheran en avión pero nosotros decidimos hacerlo en bus, grave error, porque el trayecto en teoría era de unas 11 horas, y digo en teoría porque al día siguiente tuvimos un día inolvidable de 16 horas en el que pasó casi de todo. El día siguiente era viernes y, no sabemos si por eso, el primer bus con destino Teheran no salía hasta las dos de la tarde y llegaba a la una de la madrugada. No nos quedaba más remedio que armarnos de paciencia y prepararnos para un día muy largo (y no sabíamos aún que largo iba a ser).

Desde la estación cogimos un taxi hasta el bazar donde disfrutamos nuevamente del bullicio del jueves por la noche con la gente haciendo sus últimas compras, nos tomamos unas samosas de nuevo, descubrimos una preciosa librería de libros religiosos con unos espectaculares azulejos a la que nos invitaron a pasar y nos despedimos de una ciudad que si bien no tiene grandes atractivos turísticos, resulta muy acogedora y nos dejó un muy buen recuerdo.

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