DIA 3: HACIA BAGAN

5 de la mañana, suena el despertador y nos volvemos a preguntar porque no nos iremos de vacaciones a la playa en la costa del Sol a tumbarnos todo el día. En fin, es duro viajar, que le vamos a hacer, luego contamos que esto nos gusta y nadie nos entiende.


Nos damos una ducha rápida, recogemos todo y bajamos a la recepción sin desayunar porque todavía no está abierto. Ya alucino al mirar hacia la calle y ver el movimiento que hay a esas horas, niños pequeños incluidos.
Entre los taxistas dormidos en sus taxis a la puerta del hotel está el nuestro. Nos montamos y nos vamos hacia la estación. El trayecto es largo porque la estación queda más allá del aeropuerto pero aunque hay tráfico no hay grandes atascos y llegamos casi las 7 de la mañana a la estación (¡ay!, esa media hora de sueño que podíamos haber aprovechado).
¿Qué os puedo decir de la estación de autobuses de Yangón? Pues que no existe tal estación, más bien es una gran extensión en su gran parte sin asfaltar donde se acumulan autobuses. No existe una terminal en sí, ni un recinto, solo buses parados en los lados y algunas tiendas y locales donde ya estaban los birmanos dándole a sus sopas.

 

En fin, un caos, menos mal que el taxista preguntó y nos dejó al lado de nuestro bus de la compañía Shwe. Aprovechamos para comprar agua y unos platanos en una tienda y metimos la maleta en el maletero del bus (le ponen una etiqueta con un número y a ti te dan otra). Cuando subimos al bus, muy cómodo y moderno, lo que nos llamó la atención fueron las mantas rosas de ositos que había en cada asiento, y es que ya habíamos leído que ponen el aire acondicionado muy fuerte, pero la realidad supera lo que te puedas imaginar.

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También en cada asiento tienes una botella de agua mineral. Salimos puntuales y enseguida tuvimos que taparnos con las mantas pero sin poder sacar ni los brazos porque hacía un frío que pelaba. Debíamos ir a 10 grados y no exagero, fuera había 33 grados.
A las 10 de la mañana (a las 2 horas de salir) paramos media hora en una especie de área de servicio de la compañia donde hay restaurantes para comer y tomar café, eso ya era otra cosa. Lo más extraño es que esta fue la parada más larga del trayecto de 9 horas y no tiene sentido que fuera tan pronto. Seguimos camino por la autopista que une Yangon con la capital y Mandalay, hasta un punto en que la abandanamos para ir por carreteras más estrechas en dirección Bagan. Hay multiples puestos de peaje, por lo que en los buses siempre va una persona encargada de pagar ya que el bus lleva el volante a la izquierda pero las casetas del peaje están a la derecha (cosas de la dictadura y su decisión de cambiar el sentido por el que se conduce). Tras otra pequeña parada de 15 minutos en un pequeño local y comprar algo de fruta y patatas fritas picantes, seguimos camino.

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Fuimos parando en pequeñas poblaciones donde se bajó gente (solo íbamos 7 occidentales en el bus) y otra parada para la meadita del conductor y de alguna pasajera en el campo, Llegamos a Bagan a eso de las 5 de la tarde. En realidad llegamos a una estación en las afueras, en medio de la nada. Allí nos bajamos los 7 occidentales y nos esperaban una jauría de taxistas como depredadores sobre sus presas. Saben que no nos queda más remedio que recurrir a ellos y se aprovechan, claro. Uno sostenía un cartel que ponía Old Bagan 8.000 Kyats, pero otro taxista mosqueado se lo arrancó para que nosotros no lo viéramos. Como estábamos con esas, uno nos pedía 15.000 kyats, y tras regatear un poco nos lo dejó en 10.000 kyats (ya sabéis, ni pa ti ni pa mí). Por el camino se nos ofreció para llevarnos al día siguiente de recorrido por 30.000 kyats pero le dijimos que no, gracias. Llegamos a nuestro hotel en 15 minutos, el Aye Yar River View Resort en Old Bagan.
Hago un inciso para explicar una duda que tiene todo el mundo, ¿dónde me hospedo? Old Bagan, cerca de los templos pero más aislado; New Bagan, a medio camino; o Nyang-U, algo más lejos pero con agencias, restaurantes y negocios. Nosotros optamos por Old Bagan y no nos arrepentimos, aunque es cierto que por la noche echábas de menos poder salir a cenar a algún sitio, pero se compensaba con la cercanía de los templos. El hotel está bastante bien, y aprovechamos que en booking había ido bajando el precio desde casi 100 euros la noche a 50. El hotel es muy bonito, con una preciosa piscina, aunque nuestro ala (el de la piscina) es más antigua que la nueva que da al río, pero incluso vemos pagodas desde el balconcillo de nuestra habitación.

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El rio desde los jardines de nuestro hotel

El problema es que en Bagan anochece sobre las 6:30, y para salir a la carretera desde el hotel hay que andar un camino de unos 500 metros sin ninguna luz. Decidimos cenar tranquilamente en el hotel después de la paliza de día que llevábamos. La cena bien, pero los precios caros porque venían siendo un plato con bebida casi 10 euros, pero el restaurante era muy agradable y con músico tocando el arpa birmana. Dimos una vuelta por los jardines del hotel que dan al río y vimos que en ellos, dentro del recinto, el hotel tiene una pequeña estupa de 700 años, ¡increíble!.
Nos fuimos a dormir que mañana nos esperaban los templos de Bagan e iba a ser un día largo.

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